Ismael Iglesias 2.11.2006 – 14.12.2006
“Las obras de Iglesias se sitúan en un territorio de nuevo intermedio, entre lo artesanal y lo sofisticado, entre pintura e instalación, entre real e imaginario.”
Beatriz Herráez, “Un, dos, tres, calaban, calabera”, 2005.
Desde hace cinco años, Ismael Iglesias crea un conjunto de pinturas en las que conviven formas abstractas orgánicas con otros elementos geométricos fundamentalmente circulares, creando un ágil dinamismo de ritmos, gestos y espacios. La obra del joven pintor vasco parte de la idea de la abstracción tratando de generar su propio lenguaje: un lenguaje retiniano, depurado, físico, que se da directamente a la vista y donde las apariencias no son tramposas sino que se convierten en una realidad virtual. En efecto, Iglesias se aprovecha de todos los recursos de la cultura visual de hoy en día, que sean dados por la televisión, el cine o la cultura digital para fomentar representaciones abstractas de sus propias ideas visuales. El denominador común de todas esas influencias podría ser el zapping como modo de actuar y crear. Así mismo, el universo pictórico de Ismael Iglesias está interrelacionado mientras genera simultáneamente rupturas temporales y espaciales.
El artista desarrolla la idea de conjuntos, entendida como un puzzle de pinturas, obras que se pueden ajustar diferentemente según el espacio en el que se muestra. Para cada proyecto expositivo, Ismael Iglesias investiga la noción del espacio in situ para crear un ambiente pictórico, cambiar momentáneamente la atmósfera original. En efecto, el artista se interesa tanto en los límites del cuadro en sí como en las posibles expansiones de la pintura a su alrededor o sea más allá del marco, en los murales, en la moqueta. Así, sus obras pueden funcionar tanto de manera autónoma como de manera compuesta en la que las piezas están ajustadas en una macro-pieza. Así mismo, se puede decir de toda la obra de Iglesias que se trata de un juego y el título de su exposición en ADN galería nos invita claramente a entretenernos (“LET’S DANCE”) con nuestros ojos. Existe en efecto en su obra un juego retiniano dado por la falsa repetición de formas y colores entre los distintos cuadros. A Iglesias le interesa reapropiar la noción gráfica de la identidad corporativa, de marca, repitiendo un elemento gráfico determinado en cada conjunto de pinturas. Un juego también para el ojo que debe de moverse y generar relaciones entre las piezas, enfrentándose a una explosión de formas, colores ácidos y profundidad. El ojo como el cerebro se enfrenta aquí libremente a un conjunto de representaciones de ideas visuales. En sus últimos trabajos podemos además percibir algunos ecos que vienen directamente del Op-art.
En definitiva, si hoy se habla mucho de la importancia del fenómeno de recepción de una obra de arte, del efecto producido en el espectador, Ismael Iglesias ha conseguido su reto y su motivo de entretener y divertir al espectador sorprendiéndole con imágenes que siempre encierran algo mágico, lúdico, extraño. Ahí no se trata tanto de emocionar al espectador sino de fascinarlo, de intrigarlo, de sumergirlo en el mundo imaginario del artista. Ismael Iglesias nos invita en ADN a entrar en el baile, un baile visual durante el cual podremos tener otra percepción del espacio que nos rodea e imaginarnos otros mundos virtuales.
Ismael Iglesias participó recientemente en la colectiva Gure Artea en el Koldo Mitxelena de San Sebastián y EN el segundo premio internacional Mantero en Como (Italia). Fue becario en 2002 y 2005 de la Fundación Bilbao Arte y su obra ha sido incluida ya en la colección de importantes instituciones públicas.